Corazón y pasos cortos

Corazón y pasos cortos. “Oremos por nuestros padres, oremos por nuestras madres, deseándole a nuestras familias lo mejor.

Cantamos canciones para los deseos, de aquellos que se están besando, pero no para los desaparecidos, así que esta, es para todos los niños perdidos… … En casa con sus padres, cómodos cerca y cálido, amando a sus madres Veo la puerta simplemente abierta de par en par, pero nadie puede encontrarte” Michael Jackson -the lost children-.
 
Según el reflejo del corazón al que estás sujeto, la vas a interpretar de una u otra manera. Yo la utilizo porque hay un pequeño hombrecito, que con este autor viaja, y mientras lo hace, inconscientemente sabe que después de estar “perdido,” se encontró con lo mejor que la vida le tenía preparado; una familia… Aunque quiero aclarar que la historia no es completamente suya, en esta oportunidad veremos protagonismo compartido… La historia dice más o menos así.

 

Ella es Luján Espíndola, una revolucionaria que aprendió con tan solo 5 años, que a veces la palabra padre o madre a algunas personas les queda grande, aprendió que a veces en los progenitores no hay amor, pero tal vez si violencia, aprendió que, pasar de casa en casa, no significa que ha encontrado un hogar, aprendió que la calle cuando se vive en carne propia, es diferente a los cuentos surrealistas que alguna vez escuchó… Aprendió sin embargo, que siempre hay alguien que te abrirá la puerta, te adoptará, que te dará una oportunidad, un trabajo, y que te enseñará que con esfuerzo, a lo mejor los logros se pueden llegar a alcanzar.
 
Él es Jorge Faraoni… De él se sabe poco, es como el deuteragonista de la historia, que está, que acompaña, tal vez se le mencione un poco menos, pero su influencia fue lo meramente necesaria para que Luján aprenda a su lado, que el amor existe, y que no importa si es una adolescente, que él estará ahí para ella. Jorge la llevó a Ushuaia, le mostró que se puede armar otra historia diferente a las que venía viendo, Jorge se casó con Luján, tal vez le dolió vender las alianzas un tiempo después, para poder comer, pero juntos comprendieron que el lazo no venía por ahí… Gracias al amor entre ambos, llegó al mundo uno de los corazones más lindo que podamos llegar a conocer; Kevin, el Hijo mayor de la pareja.
 
Dicen que los chicos a veces pueden ser crueles, yo digo que a veces nos enseñan más que nosotros a ellos, Kevin sin dudas vino a este mundo a enseñar que no importa la edad que tengas, tu corazón puede ser lo suficientemente grande, como para salvarle la vida a alguien… Y acá es cuando llega mi emoción, no tengo la alegría de conocerlo personalmente, pero cuando su mamá Luján, me contaba entre lágrimas el empoderamiento de su hijo, yo atinaba a mirar hacia abajo porque realmente el relato me estaba conmoviendo.
 
Kevin Faraoni, sabiendo de la pérdida de dos hermanitos, de un cáncer de cuello de útero de su mamá, el cual la llevó a 9 caóticas operaciones, apostaba que no iba a ser hijo único.
 
“¡Mamá Hay un nene atado en un auto viejo!”… ¡Sí! Dije atado… “¡Mamá hay que salvarlo!”, “¡Mamá tráelo a casa!”… En la mayoría de las oportunidades, en la mente de un niño las cosas suelen ser más fáciles, que en las de los adultos. El profesor de este intrépido muchachito de 10 años, le comunica a su madre que hace tiempo que no concurría a las clases de fútbol, Luján sabiendo que todos los días salía hacia práctica, con un sándwich y sus botines a cuesta, decidió seguirlo. Kevin a través de una ventana ese sándwich se le daba a ese niño, al que tenían en las peores condiciones… Condiciones inhumanas.
 
¡Digo! ¿Cuántos Kevin necesitaríamos para que el mundo sea un poquito mejor?, si al menos fuéramos un 60 por ciento igual a él… Si tuviéramos un poquito de la empatía que él tuvo y que sin dudas, aún tiene… ¡Qué simples serían las cosas!
 
Era un día cualquier, nada diferente a otro, en Ramallo los vaivenes de la rutina hacía parecer que nada ocurriría, nada meramente significativo como para cambiarle la vida a alguien, pero en un cerrar y abrir de ojos, se ve el caminar presuroso de una mujer, con un niño en sus brazos… ¡Iván!… Iván estaba siendo rescatado.
 
Luján después de tener las pruebas necesarias en un celular; donde se veía las marcas en su cuerpo, el trato al que era sometido, dónde y en qué condiciones vivía, abrió una ventana, y lo robo… Ella con orgullo dice que lo robo, pero sin dudas fue el rescate más heroico que una persona pueda hacer por un nene, que quién sabe cuál hubiera sido su suerte, ese primer día, el primer desafío fue bajarle la fiebre.
 
Kevin ya no sería hijo único, los abogados en ese momento se estaban encargando con las pruebas necesarias en su poder, de demostrar que la familia Faraoni Espíndola era lo mejor que le podía ocurrir.
 
La justicia y la burocracia, es un tema que merece mucho más de mi tiempo para despotricar, para no decir nada nuevo, al menos nada que la mayoría de los adultos, no conozcamos como es en este país. La orden fue dárselos a esta familia por 15 días, lo que se conoce como hogar de tránsito.
 
Pasaron los 15 días, y un mes, y otro más y la causa archivada no le daba la esperanza de encontrar seguridad, a una familia que aunque era de corazón, lo sentía bien sanguíneo.
 
Iván al pasar el tiempo mostraba la necesidad del seguimiento médico, pediatra, neurólogo, psiquiatra y los diagnósticos solo eran presuntivos. A los 7 años de Iván, en una más, de la visita al Garraham, le dijeron las siglas que se convertirían en parte del vocabulario familiar; TEA (Trastornos del Espectro Autista).
 
¿Llantos? ¡Por supuesto que sí!, ¿Desconcierto? ¡Sin dudas!, ¿Preguntas? ¡Muchísimas!, pero el amor de padre, madre y hermano estaba ahí, eso no cambió, la familia comprendió que la condición de Iván, condición que lo acompañara el resto de su vida, no podrá tirar por borda los sentimientos que este pequeño despertó en ellos.
 
En 2015 la ley de adopción, en un destello de victoria, se reformó; un nene no podía estar más de 6 meses institucionalizado, fue la oportunidad perfecta para que la causa de Iván dejara de estar archivada, con la colaboración del SEDENA (Servicio de defensa de los Derechos de la Niñez y Adolescencia) más una abogada de oficio, después de muchísimo papeleo, idas y vueltas, cámaras Gesell, y demás, Iván obtuvo el apellido de Faraoni Espíndola, y para coronar el amor de la familia, la justicia mediante acta de nacimiento, los reconoce como padres biológicos… ¡11 años de lucha!
 
Hoy Luján y Jorge con su remisera, (Sabio) le dan trabajo a 15 familias, ella siempre con la bandera de lucha por el derecho de aquellos niños, que pareciera por momentos, que el mundo se ha olvidado de ellos. Sin dejar de esquivar las arremetidas políticas municipales, que a través de los años le han ensuciado la cancha.
 
¿Qué hace Iván hoy en día? Iván a sus 17 años, va a la Escuela Media N° 2, también a la Escuela Especial N°501, ya pasó por la experiencia de haber tenido novia, va al gimnasio con su hermano, y lo imita hasta en la forma de vestir, sin dudas el mejor modelo al que puede copiar. Dibuja ¡tremendamente bien!, llego a ganar concursos en esta disciplina, es fanático de Michael Jackson, pero más que nada tiene un hermano, que desde esa primera vez, de esos primeros sándwich y esos llantos, se han jurado amor eterno.
 
Luján… Jorge… Kevin e Iván, se levantan cada mañana, ponen el corazón y van a pasos cortos. Por: María Gancio.

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